Como nunca antes la grey metalera peregrinó hasta un estadio, convocados por el máximo exponente de nuestra Fe. Y ante semejante muestra de convicción, Iron Maiden izó aún más las banderas de su cruzada: mantener el heavy metal por todo lo alto, alrededor del mundo y sin escalas.
Y los 45 mil creyentes vimos, acaso, el mejor concierto de Maiden de los ocho que la banda dio en Buenos Aires. Tan emocionante como el anterior, tan inédito en cuanto a la puesta.
Y los 45 mil creyentes vimos, acaso, el mejor concierto de Maiden de los ocho que la banda dio en Buenos Aires. Tan emocionante como el anterior, tan inédito en cuanto a la puesta.
Si hace dos año la banda tocaba las fibras más íntimas al desempolvar los tremendos clásicos de mediados de los '80, en esta oportunidad la lista varió, ya que el arranque fue igual que en el nuevo disco, con Satellite 15… The Final Frontier y El Dorado. The Talisman y Coming Home también se sucedieron, así, en el inicio, como para cumplir con las de su último álbum y darle paso a las inoxidables, esas que golpean directo en el corazón y emocionan al más duro de los metaleros, entre las que sobresalieron Dance of Death y la soberbia Fear of the Dark (no voy a negar que cuando escuché los primeros acordes de Fear se me piantó un lagrimón). Ya que hacemos mención a las emociones y a The Final Frontier, la otra que tocaron fue When the Wild Wind Blows. Si este tema no los conmueve, es porque definitivamente por esas venas corre agua. Esta obra maestra diseñada por Steve Harris no hace más que confirmar por qué el bajista es el máximo exponente de esta religión que congregó a cuarenta y cinco mil fieles que le rindieron pleitesía durante dos horas y lo seguirán haciendo por los siglos de los siglos. Así como una señal divina, justo en el momento en el que Dave Murray se lucía con un soberbio solo, el de arriba se acordó de qué tema se trataba y dejó caer una brisa sobre el estadio, como para redondear una escena ideal. Ya a esa altura del show, quedaba claro que lo que bajaba del escenario era un tsunami arrollador. La puesta en escena no escatimó en luces y hasta dos gigantescos Eddie (uno en The Evil That Men Do que caminaba por el escenario y otro gigante que emergió del fondo en el tema Iron Maiden) fueron de la partida y todos les rendimos pleitesía.
Algunas cosas se aprenden, otras no. En el 2009 habían sido unos pocos, esta vez no hubieron silbidos en The Trooper, cuando Bruce vestido de soldado agita la bandera británica. Bien. Pero, otras parecen que cuesta un poco más. Hubo un grupito de pelotudos que prendieron bengalas durante el recital, con todo lo que eso implica en un show de rock (por seguridad y respeto), pero además lograron sacar de sus casillas a Dickinson. En dos pasajes claves (mientras tocaban The Number of the Beast y Running Free, la última de la noche) el cantante perdió el foco (hablando en criollo, puso una terrible cara de orto), se desconectó por completo de su actuación y se quedó perplejo ante la situación que después desaprobó con gestos, aunque nunca perdió su elegancia inglesa.
El fin de la celebración empezó con The Number of the Beast, acaso el himno de la misa. Con la potencia arrolladora de costumbre, con una puesta inédita para un show de heavy metal y con una lista a pedir de cualquier fiel. Faltaron algunas canciones, es cierto, pero ese es otro indicio de por qué esta bestia es cada vez más grande. Ahora sólo resta esperar la salida del DVD a fin de año y revivir lo que fue una gran noche de metal. Habrá que ver qué sacrílego osa disputarle el trono.
El Setlist fue:
- Satellite 15... The Final Frontier
- El Dorado
- 2 Minutes to Midnight
- Coming Home
- Dance of Death
- The Trooper
- The Wicker Man
- Blood Brothers
- When the Wild Wind Blows
- The Evil That Men Do
- The Talisman
- Fear of the Dark
- Iron Maiden
- The Number of the Beast
- Hallowed Be Thy Name
- Running Free
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